En el cerro de Cuyuacán, sobre los años setenta, se dieron a conocer unos sorprendentes sucesos. De modo inexplicable, la tierra genera unos productos de características inverosímiles. Allí se cultivan coles de hasta cuarenta y tres kilogramos de peso, acelgas con hojas de casi dos metros de largo, cañas de maíz de cuatro metros o cebollas de quince kilogramos.
El misterio más increíble no acaba ahí. Cuando la noticia llegó a oídos de ingenieros agrícolas y del gobierno mexicano, se realizaron todo tipo de pruebas al suelo del lugar. Uno de estos experimentos, consistía en hacer dos huertas colindantes. Una sería tratada por los agricultores de la zona y la otra por los ingenieros. El resultado fue espectacular. La producción de los agricultores fue de cien toneladas sobre la de los ingenieros.
El secreto de este milagro, parece que se refiere a una técnica de conocen los agricultores de la zona, sin utilizar productos ni fertilizantes. Parece ser que tiene que ver directamente con el noble arte de la astronomía.
Al ser interrogados como habían adquirido estos conocimientos; contestaron que fueron instruidos por seres no humanos en el pasado. Las grandes empresas, conocedoras de estas técnicas, desprestigiaron la fórmula, creando un halo de presión que ha durado hasta ahora.
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