viernes, 22 de julio de 2011

El callejón de Mary King en Escocia

Edimburgo fue arrasada en el siglo XVII por la peste bubónica. Tantas eran las personas que morían cada día de este mal que tuvieron que enterrar a los muertos en fosas comunes simplemente forrados con mantas, ya que la madera para los ataúdes se había acabado.
Y tanto trabajo tenían los sepultureros que las fosas comunes eran tan poco profundas que la putrefacción de los cuerpos contaminaba el agua subterránea que circulaba por la urbe.


El Mary King´s Close, se convirtió en uno de los principales focos de esta plaga, por lo que las autoridades decidieron ir levantando muros que apartaran esta humilde calle del resto de los habitantes de la ciudad, convirtiéndose en una serie de callejones subterráneos bajo las calles empedradas donde paseaban la gente que gozaba de buena salud.


Fueron pasando los años y Edimburgo siguió creciendo y más muros se fueron levantando para mantener el lugar fuera de la construcción de una nueva ciudad.
Pero fue imposible borrar de la memoria, ni pudieron evitar una serie de historias que se han mantenido con el tiempo.


Una historia como la de Annie, la niña que entró en contacto con una médium Aiko Gibo muy conocida en Japón como parapsicóloga y que narró como sus padres habían muerto dejándola sola en 1644, en un camastro que sería su tumba. La médium, hizo un regalo al espíritu de la niña, poniendo un juguete sobre un viejo arcón que había en un rincón para que Annie nunca se sintiera sola. Nació así una tradición que muchos han querido seguir y que es una de las más famosas de Edimburgo.


Hoy en día los turistas caminan con algo de recelo por sus callejuelas. Dicen que al entrar el aire es tan denso que cuesta respirar y que el silencio es tan grande que da la impresión de vivir el terror de aquella época.


A esto se le añaden otras historias sobre fantasmas que tantos testigos dicen haber visto: niños de tristes caras enfermas que se desvanecen en las sombras, una cabeza barbuda que acude sin ser llamada, bebés que gritan de dolor, madres que suplican por la vida de sus hijos, incluso el supuesto fantasma de un perrito que se pasea por el cercano cementerio de Greyfriars.


Realidad o sugestión, lo que se vivió dejó pátina de tragedia y esa es una marca que jamás se borra.





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