San Brendán (484-576) abad del Monasterio de Clonfert en Irlanda, fue un famoso navegante que buscaba tierras que evangelizar durante el siglo VI.
Se cuenta que en una noche de navegación por los mares de las Islas Canarias,San Brendán junto a sus hombres encontraron una isla donde decidieron descansar un tiempo después de varias jornadas en alta mar.
A media noche, mientras todos los hombres descansaban, San Brendán rezaba y miraba el camino de las estrellas descubriendo algo insólito. Al día siguiente lo anunciaba a su tripulación: no estaban en una isla, estaban navegando en la superficie de una ballena.
La ballena que fue bautizada con el nombre de Jasconius navegaba cerca de una isla, donde los hombres y el abad huyeron espantados al enterarse de la noticia.
Siete años permanecieron en dicha isla, con vegetación, alimento y fauna en abundancia. La llamaban el paraíso, pero finalmente le pusieron el nombre de la isla de San Borondón, en honor al abad.
Muchos marinos de la época, no solo de las islas Canarias sino también de Madeira mencionaban el avistamiento de una isla en el horizonte con los mismos rasgos y características, que desaparecía repentinamente, lo que originó múltitud de expediciones en busca de la isla de San Borondón. Los romanos la denominaban Aprositus (isla «inaccesible» o «inalcanzable»).
Hoy en día, no hay habitante de las Islas Canarias que no conozca esta leyenda, ni familiar que no tenga alguna historia sobre San Borondón, la isla que aparece y desaparece entre las islas de La Gomera, El Hierro y La Palma.
Dicen que solo los puros de corazón son los que ven la isla de San Borondón.
Múltitud de teorías intentan explicarlo: es sólo el reflejo del Teide en el agua, es un espejismo debido a la niebla y en realidad es la isla de La Palma, o no es más que una simple leyenda.
Otros, afirman haber visto una isla con abundante vegetación que desaparece en el horizonte...
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